La mansion eterna
La mansión eterna
¿Te
has preguntado alguna vez qué clase de materiales estas enviando para que te
construyan la casa donde vivirás eternamente? Aún estamos a tiempo de cambiar
el tipo de material de nuestra cuota inicial: empecemos a amar a los demás como
nos amamos a nosotros mismos.
Un día una señora falleció
y llegó al cielo, allí junto a las más de 100 mil personas que diariamente
mueren. Estaban haciendo la fila para saber cuál sería su destino eterno y de
pronto apareció Dios y les dijo:
- Vénganse conmigo y les mostraré
en que barrio está la casa que le corresponde a cada uno. Ello dependerá de la
cantidad de amor que cada cual haya ofrecido en la tierra a los demás; aquí la
única cuota inicial que se recibe para su habitación eterna es la caridad y el
buen trabajo que hayan dado en la tierra.
Y los fue guiando por
barrios de lujo como ella jamás pensó que pudieran existir.
Llegaron a un barrio hecho todo de oro, casas de oro, puertas doradas, paredes y techos de oro, una maravilla, y Dios exclamó: “aquí quedan todos los que gastaron mucho dinero en ayuda a los necesitados, los que su amor hacia los demás sí les costó en vida”, y fueron entrando todos los generosos, los que partieron el pan con el hambriento, los que regalaron sus vestidos a los pobres, consolaron a los presos y visitaron enfermos.
Llegaron a un barrio hecho todo de oro, casas de oro, puertas doradas, paredes y techos de oro, una maravilla, y Dios exclamó: “aquí quedan todos los que gastaron mucho dinero en ayuda a los necesitados, los que su amor hacia los demás sí les costó en vida”, y fueron entrando todos los generosos, los que partieron el pan con el hambriento, los que regalaron sus vestidos a los pobres, consolaron a los presos y visitaron enfermos.
La señora quiso entrar,
pero un ángel la detuvo al tiempo que le decía: perdóneme pero usted en la
tierra no dio ni migajas a los demás, jamás dio nada que en verdad costara ni
en tiempo ni en dinero. Este barrio es solamente para los de corazón generoso.
Y no la dejó entrar.
Pasaron luego a otro barrio
de la eternidad, todas las casas estaban construidas en marfil toda blancura y
elegancia nunca vista.
La señora se apresuró a
entrar en tan hermoso barrio pero un ángel guardián la tomo del brazo y le
dijo: Me da pena señora pero este barrio es solamente para aquellos que
tuvieron un trato limpio y sincero hacia los demás.
Usted era una persona muy
corriente en el hablar, dura, criticona y a veces hasta grosera en su trato; y
mientras los demás estaban gozosos en tomar posesión de sus lujosas casas, la
mujer se quedaba afuera mirando con envidia a aquellos que habían sido
afortunados; ella no pudo entrar, pues le faltaba la cuota inicial: haber
tratado bien a los demás.
Siguieron luego a un tercer
barrio, todo era del más puro cristal, todo brillante y hermoso, la señora
corrió a tomar posesión de una de aquellas maravillas pero el ángel portero la
detuvo y le dijo muy serio: En su pasaporte dice que usted no se interesó ni
poco, ni mucho por instruir a los demás y usted nunca se preocupó porque las
personas con las que usted vivía se volvieran mejores, así que no hay casa aquí
para usted; le falta la cuota inicial de haber colaborado para que otros se
instruyeran en las cosas del Señor.
Entristecida, la mujer veía
que entraban miles de personas muy alegres a tomar posesión de su casa,
mientras ella, con un numeroso grupo de egoístas, era llevada, cuesta abajo
hacia un barrio verdaderamente feo y asqueroso, todas las habitaciones estaban
construidas de desechos; el único material que se había utilizado para la
construcción de aquellas casas eran objetos de basura. Las lechuzas
sobrevolaban por ahí, ratones moraban en aquel lugar, ella se tapó la nariz
porque la fetidez era insoportable y quiso salir huyendo.
No obstante, el guardián del barrio le dijo muy seriamente: una de estas
casas será tu habitación, ven a tomar posesión de ella.
La mujer gritó angustiada que no, que eso era horrible, que jamás sería
capaz de vivir en semejante montón de basura y el ángel le respondió: Señora,
esto es lo único que hemos podido construir con la cuota inicial que usted
envió desde la tierra, las habitaciones de la eternidad las hacemos con los
materiales que las personas mandan desde el mundo.
Usted solamente enviaba cada día egoísmo, malos tratos a los demás, murmuraciones, críticas, palabras hirientes, odios, tacañería y envidia, ¿qué más hubiera podido construirle?
Usted misma nos mandó el material para construirle su mansión. La mujer empezó a llorar y a decir que ella no quería vivir ahí y de pronto al hacer un esfuerzo para zafarse de las manos de quien quería hacerle vivir en semejante casa dio un salto... ¡y se despertó!
Tenía la almohada empapada en lágrimas sin embargo aquella pesadilla le sirvió de examen de conciencia y desde entonces empezó a cambiar su vida y el material que enviaba como cuota inicial para la construcción de su casa eterna.
Autor: Juan
Carlos Demare
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