El Jorobado
El jorobado
Tenemos que aprender a ver... pues lo más
importante, sólo se ve con los ojos del alma.
En un pueblo
había un hombre que era todo bondad y que dedicaba su tiempo a ayudar a los
demás. Pero ocurre que ese hombre, que siempre vestía con una capa larga
hasta los tobillos, llevaba debajo de esa prenda una enorme joroba.
Su aspecto
era bello pero aquella joroba lo transformaba en un ser deforme y casi toda la
gente del lugar se burlaba de él, le palmeaban la giba entre risotadas y no lo
tenían en cuenta para nada a pesar de que él tenía en cuenta a todos y a cada
uno, preocupándose y ayudándolos.
Algunos,
incluso, si estaban de malhumor le arrojaban piedras porque no les gustaba
tener cerca a alguien a quien veían como una especie de monstruo.
"Por
algo será que Dios lo castigó de esa manera decían algunos que, por supuesto,
desconocían si existía ese "algo" al que hacían mención.
El hombre de
la joroba, mientras tanto, bajaba la cabeza y jamás respondía a ninguna de las
agresiones o los desprecios. Seguía yendo de un lado a otro del pueblo,
bamboleando en cada paso el gran bulto que llevaba en su espalda, y
ofreciéndose para lo que desearan.
Un chico,
solamente uno de los chicos del pueblo, lo trataba con amor, le sonreía,
hablaba con él y lo tomaba de la mano para acompañarlo en sus recorridas.
Un día, la
gente del pueblo pareció ponerse de acuerdo para despertar de pésimo
humor.
Como este tipo de cosas es contable, discutiendo entre ellos por pequeñeces, empujándose, mirándose con mala cara. De repente apareció, como siempre el hombre de la capa y la joroba. Eso sólo les faltaba a los iracundos habitantes del lugar.
Como este tipo de cosas es contable, discutiendo entre ellos por pequeñeces, empujándose, mirándose con mala cara. De repente apareció, como siempre el hombre de la capa y la joroba. Eso sólo les faltaba a los iracundos habitantes del lugar.
Como en
casos así, los humanos, por su curiosa forma de actuar, buscan descargar
sus iras en los más indefensos, el hombre de la joroba fue de inmediato el
blanco elegido por todos.
De las
agresiones verbales, que fueron creciendo cada vez más y con mayor crueldad,
pasaron casi enseguida al ataque físico.
Algunas
piedras, al principio. Luego, con esa ira que es más ciega cuando es de muchos,
comenzaron a armarse con palos y algunas herramientas y lo cercaron.
Rodeándolo, se disponían ya a atacarlo cuando el chico se abrió paso entre todos y se puso junto a su amigo jorobado. Hubo un instante de duda.
Rodeándolo, se disponían ya a atacarlo cuando el chico se abrió paso entre todos y se puso junto a su amigo jorobado. Hubo un instante de duda.
Y fue
entonces que el niño les hablo y les dijo:
"No
pueden tocarlo. Gracias a él muchas desgracias que pudieron ocurrir en nuestro
pueblo no ocurrieron, muchos enemigos se amigaron, muchas familias siguen
unidas, muchos hombres conservan sus trabajos y muchas mujeres a sus
hijos. Nos trajo el bien y ustedes eligen ahora pagarle con el mal y él no
puede hacer nada para evitarlo... Nunca me dijo quién es, pero yo lo
sé..."
Y, dicho
esto, tomó la capa del deforme y la arrancó de un tirón.
En ese
momento quedaron al descubierto dos bellas y luminosas alas a las que todos,
hasta entonces, habían confundido con una joroba.
El ángel besó
al niño en la frente y se fue en silencio, sin un reproche, caminando en medio
de los hombres del pueblo que se abrían a su paso estupefactos, dejando caer
sus armas y más de una lágrima, aún los más rudos...
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